Nos
ha llegado el otoño. ¿ Y qué nos pasa cuando llega esta nueva
estación del año?. Es que el año ya tiene su madurez. Nos lo está
diciendo su aire que ya lo sentimos más fresco, nos lo dicen esos
árboles que hace poco vestían un verde brillante y ahora sus hojas
se han tornado rojizas alternando en su color con el oro viejo del
pintor veneciano el Veronés o el fuerte e inconfundible del amarillo
de Vicente Van Gogh. Ese vientecillo nuevo es el encargado de rozar o
sacudir poco a poco esa hojas para que día tras día vayan cayendo
al suelo que también poco a poco se irá convirtiendo en una
alfombra mágica de hojas secas, de hojas muertas. También nos lo
dicen esos cúmulos de nubes que van apareciendo en el azul del cielo
y nos llegan esas mañanas o tardes, según su capricho, de celajes
grises…
Es
el otoño. El otoño se parece con todas esas características a
nuestra vida. Lo que ya estamos en tiempo de madurez y aún más
adentrados en esa etapa. Lejos estamos de las mañanas de aire
fresco, limpio y ligero de la primavera. Lejos del despertar de las
flores tempraneras con sus nuevos y brillantes matices, lejos los
retoños pequeñitos y pujantes, brotando de las ramas de los árboles
para pronto vestir su desnudez …Lejos ver a los pájaros nerviosos,
ir y venir, apresurados con su dulce canto, en hacer sus nidos bajo
un sol que tiene el gusto de asomarse, otra vez, y besar todas las
cosas con sus besos cálidos y nuevos.
También
se han quedado atrás las tardes sofocantes del verano. Los lugares
de playa o de montaña donde pudimos vivir con cierta pereza unos
días de asueto, olvidando un poco el ajetreo de los días de trabajo
y las actividades de la ciudad. Se han quedado para el recuerdo esos
momentos que nos brindó el verano, olores a mar, olores a pinos, el
aire pesado, caliente, el sol de ardientes rayos y el color moreno
que dejó en nuestra piel…
Ha
llegado el otoño. Después llegará el invierno… el aire más
frío, la lluvia, tal vez la nieve… así también llega la última
etapa de la vida para los que Dios les ha permitido llegar.
Somos
adultos mayores plenos. Unos en el otoño, otros en el invierno. Por
eso vamos a saborear estas dos estaciones. Vamos a pintar nuestro
diario vivir con las pinceladas del otoño, con sus suaves
tonalidades y la paz de sus crepúsculos serenos y dulces. Que la
nieve del invierno solo esté en nuestro pelo blanco, que las arrugas
de la piel, que es lo que más se asemeja a esas ramas que ya no
tienen hojas, sean el testimonio de nuestras lágrimas y risas, pero
en nuestros ojos y sobre todo en nuestro corazón, hayamos guardado
como un misterioso sortilegio el recuerdo de lo que fue nuestro paso
en las diferentes etapas, el canto de los pájaros, las flores, el
cielo azul, el mar, los pinos…. Pero sobre todo el calor
vivificante del sol del amor.
Llega
el otoño y también un tiempo de meditación, un revalorar nuestra
vida y un deseo de más cercanía con Dios, acercar nuestra alma y
agradecer al Gran Creador de Cielos y Tierra que nos ha sostenido de
su mano hasta este momento y busquemos, como las hojas que caen, la
humildad en nuestra vida y el saber acercarnos más y más a nuestro
hermanos más próximos y arroparlos con nuestro amor.
Por:MARÍA ESTHER DE ARIÑO.
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