Así lo definiste
Marisela cuando comparabas tu vida con una cuerda que, como un
puente, te unía a Dios. Al
sufrir una pena esta cuerda se rompía y tú
tenías que unirla nuevamente, haciendo un nudo. Al
hacerlo la cuerda
se acortaba, y
así también se acortaba
la distancia que te separaba de Dios.
Nos
platicabas de los pasos que habías dado en tu vida, en ese camino de
la fe.
El
primero lo habías dado de niña con esa fe infantil llena de
candorosas
palabras queriendo cantarle a Dios todos tus juegos, besando
la medalla de tu Primera Comunión.
Era una fe pequeña, como tú, que
necesitaba de signos externos, pero ya desde entonces, creo Marisela,
que a Dios
le gustaba mucho ir tu voz. Y
tomaste en tus manitas esa cuerda que
empezaba a unirte a Él.
El segundo paso
lo diste siendo una linda jovencita. En la
adolescencia contagiabas alegría y como es lógico
a esa edad, le
hablabas a Dios atropelladamente, pero no te detenías a
escucharlo todavía. A esa fe, la llamabas,
la FE DE LA RADIO, porque te gustaba oír
en ella tus canciones preferidas. Era la
época de tus primeras batallas, cuando tu mayor pena consistía
en no saber si aquél, ó cuál muchacho,
iba a sacarte a bailar. La cuerda la
tomabas suavemente entre tus manos.
El
tercer paso lo diste en silencio, en el primer gran dolor. Entre
lágrimas, aprendías a escuchar a Dios.
Habías encontrado el gran amor de tu vida,
estabas comprometida para casarte, e ilusionada preparabas
todos los detalles de tu boda. Faltaba
poco, un mes, cuando
tu papá sufrió un infarto, y se fue de tu
lado muy pronto, intempestivamente, te dolió tanto su ausencia,
cuando no pudo conducirte
en tu camino hacia el altar, el día de tu boda.
A
esta etapa de tu fe la llamabas
la FE DEL CRISTAL ROTO, porque sentiste que
se despedazada algo en tu vida. Y fue
cuando se rompió la cuerda, y tuviste que
hacer un nudo. Y la cuerda se acortó
y tú te acercaste más a Dios.
A
los 10 meses de casada tu mamá los invitó
a un viaje a Nueva York con tus hermanos. Tenías
mucha ilusión de acompañarnos, pero al
final, por razones de trabajo, no pudieron ir con ellos
Todos
recordamos esa gran tragedia aérea, en la que perdieron la vida
humana tu mamá y tus hermanos. Y la cuerda
era más corta, habías tenido que anudarla
nuevamente.
Tuviste la
alegría de tus hijos, los gozabas tanto. Te
llamaron de pronto de colegio, tu hija yacía
inconsciente. Médicos, estudios,
tratamientos para la epilepsia por 7 años. Más
tarde descubren... un error de diagnóstico.
No era epilepsia,
sino otra enfermedad curable. Pero
en ese tiempo, hubo más nudos, y la cuerda se acortaba.
Años
después, desapareció tu hijo. Lo
secuestraron. Pasaron varios días, que
para ti deben haber sido eternos, pero
estabas tan serena, tan confiada, orando,
porque al devolverlo, lo encontraron con un corazón limpio, libre de
odio o de rencores. Al
recuperarlo el niño te pidió rezar por
sus captores. Tuviste la alegría de su regreso, y de saber que su
corazón estaba limpio.
El
último día que te vi, dijiste: la prueba que hoy Dios me pide, es
muy grande. Es la etapa de LA
FE DE LA ENTREGA TOTAL. Estoy
invadida de cáncer. Cada día al
despertar, no me explico cómo es que no se
me ha caído el pelo y mi piel sigue siendo fresca, después
de varias quimioterapias.
Al
oírte no podía creer lo que estabas
diciendo. Tú, tan joven, tan bella, tan
radiante, tan segura. Y continuaste:
es el momento del verdadero abandono. “Señor,
estoy aquí, para hacer tu voluntad.”
Y
dijiste entonces una frase que no olvido:
QUE DIOS QUIERA, QUE YO QUIERA, LO QUE DIOS
QUIERA. Y la cuerda ,era ya
tan corta...
Atesoraste
del tiempo. Comunicabas
tu testimonio, escribías un diario de tu pensar y tu sentir, cartas
a tus hijos, te apoyabas en tu esposo,
abrazabas
a tu hermana, y la pequeña cuerda estaba ahí, y eran ya tantos
nudos.
Te
fuiste apagando poco a poco, en esos días de frío, dejando un
enorme huella de tu paso por la vida.
La
vispera de Navidad, entre las oraciones de
tus seres queridos, cerraste los ojos por última vez. Ya
no hubo más cuerda...Marisela.
Estás
con Dios.
Por
Teresa Cobá de Artola
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