- Qué
discutible eres, Iglesia, y sin embargo, cuánto te quiero.
- Cuánto me has hecho sufrir, y sin embargo, tengo necesidad de tu presencia.
- Me has escandalizado mucho, y sin embargo, me has hecho entender la santidad.
- Nada he visto en el mundo más oscurantista, más comprometido, más falso, y nada he tocado más puro, más generoso, más bello…
- Cuántas veces he tenido ganas de cerrar en tu casa la puerta de mi alma y cuántas veces he pedido poder morir entre tus brazos seguros.
- No, no puedo librarme de ti porque soy tú, aún siendo completamente tú. Y después ¿Dónde iría? ¿A construir otra?
- Pero no podré construirla sino con los mismos defectos, con los míos que llevo dentro. Y si la construyo, será mi iglesia y no la de Cristo.
- Soy bastante mayor para comprender que no soy mejor que los demás…
- Aquí está el misterio de la Iglesia de Cristo, verdadero misterio imprenetable. Tiene el poder de darme la santidad y está formada toda ella, del primero al último, de pecadores y… ¡Qué pecadores!
- Tiene la fe omnipotente e invencible de renovar el misterio eucarístico y está compuesta de hombres débiles que están perplejos y que se debaten cada día contra la tentación de perder la fe.
- Lleva un mensaje de pura transparencia y está encarnada en una masa sucia como es sucio el mundo.
- Habla de la dulzura del Maestro, de su no-violencia, y en la historia ha mandado ejércitos a destruir infieles y a torturar herejes.
- Transmite un mensaje de evangélica pobreza y busca dinero y alianzas con los poderosos…
- No, no me voy de esta Iglesia fundada sobre una piedra tan débil, porque fundaría otra sobre una más débil que soy yo…
- Pero, además, ¿Qué cuentan las piedras? Lo que verdaderamente cuenta es la promesa de Cristo, el cemento que une las piedras, es decir, el Espíritu Santo.
- Sólo el Espíritu Santo es capaz de edificar la Iglesia con unas piedras mal talladas, como lo somos nosotros. Sólo el Espíritu Santo puede mantenernos unidos, a pesar de la fuerza centrífuga y disgregadora de nuestro ilimitado orgullo.
- Aquí está realmente el mayor misterio de la Iglesia que yo rechazaría al cerrar mi corazón al hermano enemigo o al dirigirme en juez de la asamblea de los hijos de Dios.
- Y aquí está el misterio:
- En el fondo, soy yo esta masa de bien y del mal, de grandes y de miseria, de santidad y de pecado que define a la Iglesia.
- Cuánto me has hecho sufrir, y sin embargo, tengo necesidad de tu presencia.
- Me has escandalizado mucho, y sin embargo, me has hecho entender la santidad.
- Nada he visto en el mundo más oscurantista, más comprometido, más falso, y nada he tocado más puro, más generoso, más bello…
- Cuántas veces he tenido ganas de cerrar en tu casa la puerta de mi alma y cuántas veces he pedido poder morir entre tus brazos seguros.
- No, no puedo librarme de ti porque soy tú, aún siendo completamente tú. Y después ¿Dónde iría? ¿A construir otra?
- Pero no podré construirla sino con los mismos defectos, con los míos que llevo dentro. Y si la construyo, será mi iglesia y no la de Cristo.
- Soy bastante mayor para comprender que no soy mejor que los demás…
- Aquí está el misterio de la Iglesia de Cristo, verdadero misterio imprenetable. Tiene el poder de darme la santidad y está formada toda ella, del primero al último, de pecadores y… ¡Qué pecadores!
- Tiene la fe omnipotente e invencible de renovar el misterio eucarístico y está compuesta de hombres débiles que están perplejos y que se debaten cada día contra la tentación de perder la fe.
- Lleva un mensaje de pura transparencia y está encarnada en una masa sucia como es sucio el mundo.
- Habla de la dulzura del Maestro, de su no-violencia, y en la historia ha mandado ejércitos a destruir infieles y a torturar herejes.
- Transmite un mensaje de evangélica pobreza y busca dinero y alianzas con los poderosos…
- No, no me voy de esta Iglesia fundada sobre una piedra tan débil, porque fundaría otra sobre una más débil que soy yo…
- Pero, además, ¿Qué cuentan las piedras? Lo que verdaderamente cuenta es la promesa de Cristo, el cemento que une las piedras, es decir, el Espíritu Santo.
- Sólo el Espíritu Santo es capaz de edificar la Iglesia con unas piedras mal talladas, como lo somos nosotros. Sólo el Espíritu Santo puede mantenernos unidos, a pesar de la fuerza centrífuga y disgregadora de nuestro ilimitado orgullo.
- Aquí está realmente el mayor misterio de la Iglesia que yo rechazaría al cerrar mi corazón al hermano enemigo o al dirigirme en juez de la asamblea de los hijos de Dios.
- Y aquí está el misterio:
- En el fondo, soy yo esta masa de bien y del mal, de grandes y de miseria, de santidad y de pecado que define a la Iglesia.
por: Carlo Carreto
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