A partir
del comienzo de la cuarentena por la Pandemia del COVID-19, las autoridades de
México alertaron sobre el aumento en las llamadas de mujeres a los servicios de
ayuda sobre violencia ejercida hacia ellas. La escalada parecía alarmante y
provocada por el encierro con sus agresores en su hogar. En esos meses las
llamadas aumentaron en un 110% con respecto al año pasado. Y el mensaje que se
trataba de sacar de esta campaña era que las mujeres estaban en más riesgo en
su hogar que en otro lado. Pero las características de las llamadas dejan ver
que eran más llamadas de mujeres solteras que casadas, lo que desmiente que el
matrimonio sea una estructura patriarcal que aumenta la violencia de pareja
como algunos movimientos alegan.
Además las
llamadas eran de más mujeres empleadas en comparación con menos llamadas de las
que están dedicadas al hogar, que contradice la teoría de los movimientos
feministas que la emancipación es la única forma de salvar a la mujer de la
agresión del hombre. (1)
Por otro
lado, es verdad que la violencia como método de resolución de diferencias es un
asunto de primera importancia y que debe ser prevenida y atendida, y para eso,
hay que entender la totalidad del problema dentro de su complejo contexto.
Para
encontrar soluciones es preciso ver el cuadro completo en el que la violencia
dentro de la familia puede ser ejercida por cualquiera de sus miembros y la víctima
también puede ser cualquiera. Esto lo confirman 500 estudios entre los años
2007 y 2018 que fueron revisados y llegaron a conclusiones que desmienten
muchos de los extremos feministas usados para crear políticas públicas. Las conclusiones
mostraron que:
- · los hombres sufren mayores niveles de victimización por violencia física total o leve en 254 estudios y por violencia física grave en 98 estudios;
- · las mujeres sufren mayores niveles de victimización por violencia física total o leve en 102 estudios y por violencia física grave en 44 estudios; y
- · se registran tasas similares para ambos sexos por violencia física total o leve en 137 estudios y por violencia física grave en 44 estudios.
Lo que nos
deja ver que las víctimas de la violencia leve y grave en pareja son, en la
gran mayoria de los estudios analizados, los hombres y después las mujeres. Y
en otros estudios se encontró que las víctimas eran al igual, hombres y
mujeres. En un menor número de estos estudios, se vio la mayoría de mujeres
como víctimas.
En cuanto a
la iniciación de esa violencia, los 500 estudios revisados de todos esos años,
presentaron los siguientes resultados:
- · 77 estudios registran mayores niveles de perpetración de violencia física no recíproca o iniciación de las agresiones físicas por las mujeres;
- · 18 estudios registran mayores niveles de perpetración de violencia física no recíproca o iniciación de las agresiones físicas por los hombres; y
- · 12 estudios registran niveles similares de violencia física no recíproca o iniciación de las agresiones físicas para ambos sexos. (2)
Estas
conclusiones nos dejan ver que, en esta década, las mujeres han iniciado la
violencia en más ocasiones que los propios hombres.
Estos resultados
siembran un cuestionamiento a la cultura de hoy sobre las aseveraciones “modernas”
y “políticamente correctas” de que “la violencia de género es siempre ejercida por
el hombre contra la mujer” y que, además, están conformando las políticas y
campañas de prevención en gran parte del mundo.
¿No será
tiempo de tratar de prevenir esa violencia desde la ciencia que indica una
realidad más aterrizada?
¿No será
productivo hacer ver que, en la familia, cualquiera puede usar la violencia
contra el otro?
Solo así
podremos aplicar medidas preventivas eficaces y que darán resultados
constructivos no sólo para las mujeres, que tanto lo necesitan, sino también
para los hombres, los niños y los abuelos que viven dentro de cada familia.
Por: Ana
Elena Barroso
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