El trabajo de ser madre ¿Se está interponiendo
en su camino de realización? ¿O realmente se está ignorando a la mujer en sus
necesidades particulares y metiéndola a un patrón masculino de felicidad?
Durante la historia han surgido diferentes respuestas a esto, y la propuesta
por la fe católica sorprende por su frescura y conocimiento profundo de la
naturaleza humana.
Ante la
realidad del doble turno de la mujer, diferentes corrientes ideológicas han
tratado de dar respuesta y solución a esta exigencia que el mundo moderno ha
puesto a la mujer. Entre ellas, algunos tipos de feminismo han optado por tratar
de arrancar la maternidad de la definición de mujer, en su intento de dar a la
mujer más control sobre su vida. Desgraciadamente este esfuerzo ha derivado en
la etiquetación negativa de la maternidad.
Por otro lado,
las corrientes económicas de mercado y demográficas de reducción de población
han buscado mejorar la calidad de vida de las comunidades a base de promover
entre las mujeres el principio de que la mujer moderna exitosa “produce y no se
reproduce”, que refuerza esta visión degradante de ser madre.
Al haber usado
estos métodos culturalmente erosivos, la identidad de la mujer se ha puesto en
riesgo. Ya no sabe quién es y sin embargo su naturaleza le sigue diciendo que
su ser es “fértil”. Esto se puede ver en la cantidad de mujeres que tratan de
quedar embarazadas, con poco éxito, a edades muy avanzadas y aquellas que
quieren ejercer su derecho a ser madres artificialmente y a solas para llenar
una necesidad que sienten apremiante.
¿No será que
esa “fertilidad” está tan arraigada en su interior y en cada faceta de su ser, que
es difícil cumplir con las expectativas del mundo de ser menos mujer y
convertirse en más hombre para caber en
la estructura social moderna?
Ante esta tormenta que arrastra a las mujeres de nuestro tiempo, la fe católica sigue levantado la voz, como lo ha hecho muchas veces, para defender a la mujer, su feminidad y fertilidad. Los detractores de la Iglesia católica en este tema, por apresurarse a tacharla de “misógina” que impone a la mujer el dedicarse a tener hijos, no han escuchado lo que significa e implica la “fertilidad” que la fe y la Iglesia Católica defienden.
San juan Pablo
II fue de los mayores defensores de la mujer y de su feminidad, acuñando el
término “genio femenino” que deja ver la amplitud de esa “fertilidad” femenina
que la iglesia defiende: La contribución única que las mujeres hacen dentro de
sus familias, comunidades, escuelas, partidos políticos, empresas, iglesias, etc.
“Una mujer es fuerte debido a su conocimiento de esta entrega, fuerte por el hecho de que Dios "le confía el hombre a ella",
siempre y en todos los sentidos, incluso en las situaciones de discriminación
social en el que se puede encontrar ella
misma. Esta conciencia y esta vocación fundamental hablan a las mujeres de la dignidad que reciben de Dios mismo, y esto las hace “fuertes” y
fortalece su vocación. Por lo que la “mujer perfecta” se convierte en un apoyo
irremplazable y una fuente de fuerza espiritual para otras personas, que
perciben la gran energía de su espíritu. A estas “mujeres perfectas” las
familias les deben mucho, e inclusive naciones enteras.”(1)
Esta “fertilidad” y “maternidad” es, de hecho,
una manera de vivir y relacionarse única de la mujer, con la que hace más
humano cualquier ambiente y estructura humana donde ella se desarrolla. Bien lo
expresa Katrina Zeno, Coordinadora de la
Diócesis de Phoenix y autora de muchos libros, al decir:
“Mientras
muchas mujeres son llamadas a la maternidad biológica, TODA MUJER ESTA LLAMADA
A UNA MATERNIDAD ESPIRITUAL PORQUE LA MATERNIDAD ESTA TEJIDA EN LA ESPECIAL
ESTRUCTURA DEL SER DE LA MUJER.
Esta capacidad fértil, en el sentido que da muchos frutos,
y maternal que la mujer ejerce, aún siendo soltera, niña, hija, empleada, madre
soltera, abuela, religiosa, profesionista, CEO, jefe, en cualquier lugar es esencial
para conservar la “humanidad” de nuestras estructuras e instituciones. Si
insistimos en eliminarla, degradarla, o ridiculizarla, el mundo se verá privado
de la única reserva de humanismo que queda. La Iglesia, que ha insistido en el
apoyo a las madres trabajadoras en formas que respeten su feminidad y
maternidad, ya ha hecho notar los efectos de atacarla: violencia, utilitarismo,
materialismo, y sobre todo una desesperanza general que hace del mundo un lugar
más gris e inhóspito para todos.
Por Ana Elena Barroso
(1)
Juan
Pablo II, Mulieris Dignitatem, p 30
(2)
Katrina
J. Zeno “Discovering the Femenine Genius: Every Woman´s Journey (Boston:Pauline
Books & Media” ,2010, p 41
Gracias, Ana. Como siempre tus artículos son claros, ilustrativos y formativos. Nos pones a pensar.
ResponderEliminarMe alegra que sean de utilidad para las mujeres que percibimos las cosas de forma especial.
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